miércoles, 16 de noviembre de 2011

COMENTARIOS A “ENTENDER NUESTRO MUNDO” DE MANUEL CASTELLS


Plantea Manuel Castells que “un nuevo mundo está tomado forma en este fin de milenio” (1998:114), justificando por qué cree que este es un nuevo mundo, y basándose para ello en diferentes argumentaciones que dan peso a su afirmación: las telecomunicaciones, la ingeniería genética, los mercados financieros globales, pero, fundamentalmente, la Información, que lo más importante que tiene, es la de ser instantánea. “La interacción de estos procesos y las reacciones que desencadenaron crearon una nueva estructura social dominante, la sociedad red; una nueva economía, la economía informacional/global, y una nueva cultura, la cultura de la virtualidad real” (Castells, 1.998:114). Este aspecto considero que es el que marca fuertemente este nuevo mundo que está naciendo (o que, ya nacido, está creciendo). El fenómeno de la globalización no es nuevo. Lo nuevo es la velocidad con que la información recorre el mundo. Tomando prestado un ejemplo dado por el compañero Balestra en esta Maestría, un italiano que cuatro siglos atrás comía fideos con tuco, era un hombre globalizado. La diferencia radicaba en que desde que Marco Polo llegó a la China y llevó los fideos a Italia debieron pasar varios años; lo mismo sucedió con los tomates que debieron viajar desde la, entonces,  recientemente encontrada América.
“Las presiones de la competitividad, la flexibilidad del trabajo y el debilitamiento de la sindicalización condujeron a la reducción del Estado de bienestar, la piedra angular del contrato social en la era de la industrialización” (Castells, 1998:115).
“Las redes de capital, trabajo, información y mercados enlazaron, mediante la tecnología, las funciones, los pueblos y las localidades valiosos del mundo, a la vez que desconectaban de sus redes a aquellas poblaciones y territorios desprovistos de valor e interés para la dinámica del capitalismo global. Ello condujo a la exclusión social y la irrelevancia económica de segmentos de sociedades, áreas de ciudades, regiones y países enteros, que constituyen lo que denomino el ‘Cuarto Mundo’. El intento desesperado de algunos de estos grupos sociales y territorios por vincularse con la economía global, por escapar de la marginalidad, llevó a lo que denomino la ‘conexión perversa’, cuando el crimen organizado en todo el mundo se aprovechó de su situación desesperada para fomentar el desarrollo de una economía criminal global, con el fin de satisfacer el deseo prohibido y suministrar mercancías ilícitas a la demanda interminable de las sociedades e individuos ricos” (Castells, 1998:115 y 116), fenómeno este que tampoco es totalmente nuevo. Leyendo El Padrino, o El Ultimo Don, podemos ver como la mafia siciliana se introdujo en Estados Unidos de América, ubicándose en territorios conquistados y en los cuales imperaba su ley, manteniendo siempre su conexión con la Sicilia natal, que la proveía de hombres para sus “ejércitos”, sus diversos servicios, o sus fábricas clandestinas. Entonces, la Ley Seca fue el motivo por el cual Al Capone y sus aliados (o enemigos), aprovecharon para hacer pingües negocios. Derogada esa ley absurda, aprovecharon sus redes para manejar otros negocios de alta rentabilidad, como el juego, la prostitución, y últimamente el narcotráfico. “La economía criminal global será un rasgo fundamental del siglo XXI y su influencia económica, política y cultural penetrará en todas las esferas de la vida. La cuestión no es si nuestras sociedades serán capaces de eliminar las redes criminales, sino, mas bien, si las redes criminales no terminaran controlando una parte sustancial de nuestra economía, nuestras instituciones y nuestra vida cotidiana” (Castells, 1998:138).
Esta nueva era que nos toca vivir, derrotado el socialismo soviético, y con la ilusión del triunfo del capitalismo, “es un capitalismo diferente del que se formó durante la revolución industrial o del que surgió de la depresión de los años treinta y la segunda guerra mundial, en la forma de keynesianismo económico y Estado de bienestar. Es una forma endurecida de capitalismo en cuanto a fines y valores, pero incomparablemente mas flexible que cualquiera de sus predecesores en cuanto a medios. Es el capitalismo informacional, que se basa en la producción inducida por la innovación y la competitividad orientada a la globalización, para generar riqueza y para apropiársela de forma selectiva” (Castells, 1998:117). Hoy día, para analizar la tendencia de consumo de la población, no se hace necesario realizar costosos estudios de mercado: analizando los resúmenes de las tarjetas de crédito se puede segmentar el mercado consumidor, y enviarle a cada uno de ellos los avisos de las ofertas del producto que desea consumir. Incluso las grandes cadenas de supermercados ya tienen sus propias tarjetas, con lo que el cliente al comprar, ya le está informando cuales son sus gustos o preferencias.
Sin embargo, en este mundo globalizado, que parece no tener identidad, o cuya identidad sea precisamente la uniformidad de los gustos, los placeres, las modas, etc., etc., vuelven a resurgir la diferencias. El hombre se niega a ser uniformizado, y por esa razón, vuelven a aparecer los conflictos tribales o étnicos. “Este es el caso de las comunas de la identidad de resistencia que he identificado. El fundamentalismo religioso no rechaza la tecnología, sino que la pone al servicio de la Ley de Dios, a la que deben someterse todas las instituciones y propósitos, sin negociación posible. El nacionalismo, el localismo, el separatismo étnico y las comunas culturales rompen con la sociedad en general y reconstruyen sus instituciones, no de arriba abajo, sino desde dentro hacia afuera, ‘quienes somos’ frente a los que no son nosotros… La fortaleza de los movimientos sociales basados en la identidad es su autonomía frente a las instituciones del Estado, la lógica del capital y la seducción de la tecnología. Es difícil cooptarlos, aunque, sin duda, alguno de sus integrantes pueden ser cooptados. Incluso en la derrota, su resistencia y proyectos repercuten en la sociedad y la cambian. Las sociedades de la Era de la Información no pueden reducirse a la estructura y dinámica de la sociedad red” (Castells, 1998:134).
Y en este movimiento de volver a las raíces, vuelven a tener importancia los sueños utópicos que antaño surgieron. Estos “eran en esencia movimientos culturales, deseosos de cambiar la vida mas que de tomar el poder… (y) fueron derrotados en la política, porque, como la mayoría de los movimientos utópicos de la historia, nunca pretendieron esa victoria… Los movimientos sociales no fueron reacciones a la crisis económica. De hecho, surgieron a finales de los años sesenta, en el apogeo del crecimiento sostenido y el pleno empleo, como una crítica a la ‘sociedad de consumo’” (Castells, 1998:118), y hoy vuelven a surgir: movimientos ecologistas, ambientalistas, culturalistas, que a diferencia de aquellos, sí quieren el poder, por que han comprendido que solo con el poder (que no es lo mismo que gobierno) es posible cambiar el rumbo de las cosas. “A lo largo de la historia las culturas han sido generadas por gentes que compartían espacio y tiempo, en las condiciones determinadas por las relaciones de producción, poder y experiencia, y modificadas por sus proyectos, luchando entre sí para imponer a la sociedad sus valores y objetivos” (Castells, 1998:131).
Hoy han triunfado los otros, y vemos que “el nuevo sistema se caracteriza por una tendencia a aumentar la desigualdad y la polarización sociales” (Castells, 1998:124). Hoy “las diversiones sociales verdaderamente fundamentales de la Eras de la Información son: primero, la fragmentación interna de la mano de obra entre productores informacionales y trabajadores genéricos reemplazables; segundo, la exclusión social de un segmento significativo de la sociedad compuesto por individuos desechados, cuyo valor como trabajadores/consumidores se ha agotado y de cuya importancia como personas se prescinde, y tercero, la separación entre la lógica de mercado de las redes globales de los flujos de capital y la experiencia humana de las vidas de los trabajadores” (Castells, 1998:127).
Hace varios años atrás, el poder tener acceso a la educación, era garantía de poder tener trabajo, y labrarse un buen porvenir. Hoy eso no es suficiente, porque solo “quien posee educación, en el entorno organizativo apropiado, puede reprogramarse hacia las tareas en cambio constante del proceso de producción. Por el contrario, el trabajador genérico es asignado a una tarea determinada, sin capacidad de reprogramación, que no presupone la incorporación de información y conocimiento mas allá de recibir y ejecutar señales” (Castells, 1998:121). Los profesionales, que nos hemos educado en una determinada tarea, estaremos fuera del sistema.
Dice Castells que “una nueva sociedad surge siempre y cuando pueda observarse una transformación estructural en las relaciones de producción, en las relaciones de poder y en las relaciones de experiencia. Estas transformaciones conllevan una modificación igualmente sustancial de las formas sociales del espacio y el tiempo, y la aparición de una nueva cultura” (Castells, 1998:120). “La revolución de la tecnología, la reestructuración de la economía y la crítica de la cultura convergieron hacia una redefinición histórica de las relaciones de producción, poder y experiencia sobre las que se basan las sociedades” (Castells, 1998:119). Y concluye con optimismo, diciendo “veo también señales de recomposición de la familia, ya que millones de hombres parecen estar dispuestos a renunciar a sus privilegios y a trabajar junto a las mujeres para encontrar nuevas formas de amar, compartir la vida y tener hijos. En efecto, creo que la reconstrucción de la familia bajo formas igualitarias es la base necesaria para reconstruir la sociedad de abajo arriba” (Castells, 1998:130). Hace también un llamado a la reflexión de quienes hacen y usan la ciencia, al afirmar que “usada con prudencia, la revolución genética puede curar, combatir la contaminación, mejorar la vida y ahorrar tiempo y esfuerzo para la supervivencia, de forma que nos proporciona la posibilidad de explorar la frontera, en buena medida desconocida, de la espiritualidad” (Castells, 1998:136).
No nos han derrotado aún. Aunque veamos los restos de la batalla perdida, y suframos por ser los soldados derrotados, debemos saber que pertenecemos a un ejército invencible. Debemos recomponer nuestras fuerzas, y saber utilizar las armas que nos han dado. La información es importante, usémosla para unirnos, para buscar el bien, la paz y la justicia. Usemos la ciencia para la construcción, no para destruirnos entre nosotros. Usemos la tecnología para defender y preservar el medio ambiente, no para contaminarlo. Usemos la religión para la unión, y no para la separación. Usemos el arte para que nos eleve, y no para que nos idiotice.
La sociedad no se construye por sí sola. Si no la construimos nosotros, otros lo harán, y entonces, si nuevamente no nos gusta lo que se ha gestado, no tendremos derecho al pataleo, y tampoco tendremos tiempo para intentar algo nuevo.

BIBLIOGRAFÍA

·      Castells, Manuel Entender nuestro mundo. En Revista de Occidente Nº 205 - pp. 113 a 145 - Mayo 1998- Madrid.


[1] Trabajo presentado a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social - Facultad de Humanidades - UNNE. Mayo de 2000.

LAS ORGANIZACIONES, EL ESTADO Y LAS UTOPÍAS


En la clase presencial que hemos tenido los días 22 y 23 de Octubre de 1999, correspondiente a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social, el Dr. Aníbal Patroni nos solicito un comentario personal sobre alguno de los documentos entregados en la oportunidad. Sin embargo, creo que hay temas que son transversales a todos ellos, y es por esa razón que quiero realizar algunos comentarios o reflexiones de mi experiencia personal y/o profesional de algo mas de una década de trabajo con pequeños productores minifundistas en provincias del NEA, en lugar de detenerme en el análisis de un solo artículo.
Uno de los temas tratados, el de la organización de los productores, es un tema que instituciones públicas y privadas, así como diversos programas[2] plantean como una conditio sine qua non para la realización de acciones con los pequeños productores. “Si no se dota al productor de conocimientos suficientes para identificar sus problemas, difícilmente podrá vislumbrar horizontes de progreso. Esa misma sensación de incertidumbre es la que lo lleva a contemplar con desconfianza la posibilidad de asociarse a otros productores, perdiendo así las posibilidades de desarrollar poder para negociar en condiciones de mercado altamente competitivas” (Patroni, 1999b:6).
Sin desconocer que es importante lograr la unión de los productores para tratar de disminuir la atomización, considero que no es cierto que los campesinos estén desorganizados, sean individualistas o poco solidarios. Existen formas organizativas que no conocemos, y que le han permitido sobrevivir a lo largo del tiempo. Así existen pequeños productores ganaderos que tienen un sistema organizativo para llevar los animales a los campos de pastoreo cercanos a fuentes de agua durante periodos críticos, turnándose en el cuidado de los animales de todos. Por otra parte, hay actividades que por pautas culturales hace muy difícil que se realicen en forma asociativa, tal es el caso de los hacheros, donde el hecho de recibir ayuda de otros, es considerado una falta de hombría. Esto no significa en absoluto que estas personas no demuestren una profunda solidaridad con las personas de la comunidad que lo necesiten, y que son ejemplos al hacerse cargo de hijos ajenos, ayudar a mujeres solas que se encuentran al frente de sus familias, o a las personas ancianas.
En muchas (o en todas) oportunidades, desconocemos esas formas organizativas y queremos imponer las nuestras, que son las formas jurídicas formales que nos han enseñado los libros de texto, y que nosotros no hemos practicado en nuestra vida. Así queremos que los productores compartan sus herramientas, realicen compras en conjunto y vendan de la misma forma su producción. Ahora bien, ¿por qué queremos imponerles a los demás lo que nosotros no practicamos? No desconozco, y estoy convencido, que solo asociándose se podrán lograr soluciones que individualmente serán muy difíciles de alcanzar, pero para ello se debe predicar con el ejemplo: Si le decimos a los productores que deben realizar sus compras en conjunto, también nosotros debemos realizar nuestras compras en conjunto. Si le decimos a los productores que deben compartir sus herramientas de trabajo (arados, sembradoras, animales, etc.), también nosotros debemos compartir nuestras herramientas de trabajo (camionetas, computadoras, etc.). Y esto no se logra de la noche a la mañana, es un proceso muy largo, y con el cual debemos comprometernos, comprometiendo en ello nuestros esfuerzos.
Es importante también no confundir lo que son los objetivos de los productores, con lo que son los objetivos de una institución. En reiteradas oportunidades se confunden ambos, y no se distingue hasta donde llega una institución, y hasta donde llega una organización. De esta forma, se produce una simbiosis donde no se distingue cuales son los objetivos de la institución y cuales los de los productores. Así es muy común escuchar frases tales como “la estrategia de nuestra institución está enmarcada en la estrategia de la organización”, o “nosotros hacemos lo que quiere la organización”. Si no se tiene claro cual es el rol de cada uno, difícilmente se podrá tener la objetividad necesaria para desempeñar el papel de institución acompañante, cuya misión debe ser educadora dentro de un proceso de desarrollo técnico, humano y organizativo. Si nos metemos dentro del mismo pozo, no los podremos ayudar a salir.
En el acompañamiento a las organizaciones, si no se toma la distancia necesaria y se acepta la diferencia del otro, no se logrará una organización independiente, sino que generaremos organizaciones que responden no a los intereses de los productores, sino de las instituciones acompañantes, que se involucran en las internas de los productores, trasladando al interior de las mismas sus propios conflictos ínter o intra institucionales. De esta forma también la organización pasa a ser un rehén de las instituciones, quien la utiliza como fuerza de choque ante quienes plantean acciones diferentes. Así, cuando una institución adopta algún tipo de medida tendiente a llegar a productores que no se encuentran organizados dentro de una determinada estructura, muy fácilmente es acusada de “querer destruir la organización”, como si esta fuera una imagen sacrosanta que no debe ser mancillada.
Este mensaje, de “ser la única organización representativa” se hace carne en los productores mas cercanos al poder dentro de la organización, y terminan creyendo que solo ellos tienen la verdad, que los productores que pertenecen a otra organización, o no están organizados son “los malos” y que las instituciones están a su servicio para armarles proyectos, realizarles gestiones o conseguirles subsidios, y por lo tanto, deben amoldarse a lo que la organización decide. Si así no lo hace, es “porque quiere destruir la organización”. Esto hace que se genere un grupo dirigente, alejado de las bases, y que si por determinadas circunstancias estos desaparecen, muchos productores, que apostaron a esa organización, pierdan lo que han conseguido. Así ha sucedido que grupos de productores, a través de su gestión, lograron conseguir un terreno, comprar materiales y levantar su centro comunitario. Como “estaban organizados”, la institución los aconsejó que pusieran todo a nombre de la organización. Pasó el tiempo y la Asamblea fue ganada por otros dirigentes, quienes decidieron centralizar el manejo de todos los bienes. Hoy, ese centro que tanto trabajo le costó a la gente armar, ha sido destinado a otros fines, incumpliendo los objetivos para los que había sido construido.
Otro tema que es muy importante dentro de una organización solidaria, es el manejo del dinero, ya sea este proveniente de aportes propios o de aportes externos. Al no existir transparencia en el manejo de estos recursos, o al estar centralizada en unas pocas personas, ha sucedido que los fondos se perdieron. Esto, que debería ser tratado con madurez y responsabilidad, fue ocultado, ayudándose a la organización a fabricar una rendición adulterada, tapando el problema, pero no solucionándolo.
Otro tema sobre el cual quiero hacer algunos comentarios, es sobre la transferencia de tecnología. “El productor no ignora el problemas del agotamiento de los recursos pero para él la tierra, el agua, sus esfuerzo, su sacrificio, son recursos actuales con valores futuros inciertos porque incierto, casi impredecible, ha sido siempre su futuro” (Patroni, 1999b:7), pero esto no significa que el productor no quiera cambiar su forma de producir, para hacerla mas eficiente, menos riesgosa, o mas descansada. Sin embargo, se ha usado la excusa de que el productor no quiere cambiar para justificar nuestro no hacer nada. Como ejemplo recuerdo un programa de apicultura que se quiso incorporar en una comunidad campesina, y que fue muy resistido por técnicos de la misma institución que lo proponía, alegando que “en el monte hay muchas abejas, y al productor le gusta ir a mielear porque es parte de su cultura”. Al realizar la evaluación con los productores, estos demostraron que realizar una apicultura racional es menos sacrificado que sacar miel del monte, echando por tierra los argumentos de quienes se oponían a esta tecnología. Del mismo modo se utilizaron argumentos para oponerse a la introducción de pasturas cultivadas (“el productor no está acostumbrado a sembrar pasto”); o a la producción en forma comunitaria (“el productor es individualista”). Los hechos demostraron que dichos argumentos no eran reales.
Lo que sucede en muchas oportunidades, es que queremos imponer buenas técnicas a las personas equivocadas. Se pretende enseñarle todo al productor, sin darnos cuenta que hay actividades que realiza la mujer, o los hijos. Debemos entender el rol de cada integrante de la familia, y trabajar por “una agricultura que reconoce la feminización del trabajo en el campo con una creciente participación de las mujeres en la actividad agrícola, y la especificidad de sus problemas de acceso a los recursos y baja remuneración de su trabajo, en una perspectiva de creciente igualdad entre el hombre y la mujer” (Patroni, 1999b:13).
En este sentido, también debemos tener cuidado con las practicas que les queremos imponer a las mujeres, ya que además de ordeñar y cuidar la lechera, cuidar los chicos y las gallinas, cocinar para la familia y preparar la huerta, buscar agua a distancias bastantes alejadas y lavar la ropa, queremos “que hagan dulces, mermeladas y conservas” en los ratos libres.
Otro tema para considerar es el del papel que debe tener el Estado en los programas de desarrollo. Una crítica permanente al rol del Estado estuvo y está presente en el trabajo con los sectores populares, al cual no podía escapar el de aquellos que trabajaron y trabajan con campesinos. Si bien la cuestión de los pequeños productores no fue un tema prioritario dentro de la agenda de políticas públicas, considerando a estas como “el conjunto de objetivos, decisiones y acciones que lleva a cabo un gobierno para solucionar los problemas que en un momento determinado los ciudadanos y el propio gobierno consideran prioritarios” (Tamayo Sáez, 1997:281), es importante saber que en el diseño de las políticas influyen recíprocamente los intereses, instituciones e ideas. En las democracias industrializadas, hay una cierta lógica institucional en el proceso de intervención económica. En los análisis de política económica encontramos modelos políticos opuestos: funcionales, culturales, de elección colectiva, de conflictos de grupo y Estado-céntricos. Todos ellos parecen adolecer de graves defectos, y muchos de esos defectos se derivan de no haber tenido en cuenta incorporar variables institucionales (Hall, 1993:17 y ss.).
Estos factores institucionales juegan dos papeles esenciales: por un lado, la organización del diseño de políticas afecta al grado de poder que cualquier conjunto de actores tiene sobre el resultado de tales políticas; por otro lado, la posición organizativa también afecta a la definición que el agente -institución, organización, técnico, productor, etc.- hace de sus propios intereses, estableciendo su responsabilidades institucionales y relaciones con otros actores. En los Estados modernos el diseño de las políticas es siempre un proceso colectivo, la configuración de las instituciones que agregan sus opiniones individuales, transformándolas en un conjunto de medidas, puede tener su propio efecto en los resultados de las políticas. La hipótesis de Peter Hall es que la dirección de la política económica no está determinada solo por las condiciones económicas, sino por la dinámica política, donde la característica mas importante es el papel jugado por la organización del capital, el trabajo y el Estado en la configuración de la política económica (Hall, 1993:35 y ss.). Permanentemente se ha criticado al Estado por no tener políticas destinadas a este sector, tales como asistencia financiera, asistencia técnica, etc.; sin embargo, al implantarse programas que brindaban este tipo de asistencias, fueron criticados “porque para dar un crédito quieren que se haga un proyecto, y la gente ya sabe lo que va a hacer con la plata”. Cuando el Estado comenzó a realizar acciones que siempre se le habían reclamado, fue cuestionado porque se metía a trabajar donde ya otras instituciones estaban trabajando, y “quería apropiarse del trabajo ajeno”. Esto muestra un celo institucional y un paternalismo sobre los productores que difícilmente los ayudará a superar sus condiciones de pobreza y marginación.
Al cuestionar la forma de trabajar del Estado sin realizar propuestas superadoras con sustento real, no se entiende que “la elección no debe ser sobre si el Estado debería estar involucrado sino como se involucra” (Patroni, 1998:8), y para que se involucre, es necesario que los actores sociales tengan el poder suficiente para lograr colocar la cuestión en la agenda, y lograr definiciones positivas. No es tirando piedras desde la vereda de enfrente como se construye un edificio, sino colocando piedra sobre piedra, dentro de la misma obra y junto a los demás constructores. Debemos ser conscientes que “estos esfuerzos deben realizarse con las dificultades que opone una creciente globalización política, económica, productiva y comercial que se da cuando se están conformando, al mismo tiempo, unidades de poder económico mucho mayores” (Patroni, 1999a:3). También para los mas pobres existe la globalización, y es por ello que se deben tomar los ejemplos de quienes se unen para aumentar sus beneficios, uniéndonos para hacerles frente; y para ello necesitamos un Estado fuerte[3], comprometido y solidario, apoyado en organizaciones fuertes, entendiendo que la política social es realizada por actores con capacidad de toma de decisiones, los que actúan a través de las instituciones; de esta forma, “no son los individuos, sino los grupos los protagonistas de la vida política en una sociedad democrática” (Bobbio, en Camou, 1997:67). El Estado es fundamental para el logro de cambios estructurales (incluso del mismo Estado). La respuesta para los cambios no se encuentra en el desmantelamiento del mismo Estado, sino en su reconstrucción, existe una correlación entre el desempeño del Estado en un plan de transformación y su desempeño en un plan de ajuste (Evans, 1996:530 y ss.).
El análisis de políticas es “investigación para la acción”, su objetivo es ayudar al decisor publico a responder a preguntas tales como si debe intervenir el gobierno en determinado problema, como debe actuar, durante cuanto tiempo, que costos tendrá, etc. Este análisis lo realizan personas que filtran la realidad a través de sus valores, de su capacidad técnica, de sus intereses circunstanciales y de su grado de información. En consecuencia, las decisiones se ven afectadas por estos factores, y cada Estado, cada país, toma decisiones diferentes (Tamayo Sáez, 1997:283 y ss.).
En la década del ‘90, cuando desde el Estado se comenzó a atender a los pequeños productores, fue cuando, paradojalmente, se empezó a imponer el modelo neoliberal, basado en el consenso de Washington. Estas políticas “estuvieron basadas en el rechazo del papel activista del Estado y en la promoción de un estado minimalista y no intervencionista. El Estado, cuanto más pequeño es mejor Estado” (Patroni, 1998:8). Basados en estos acuerdos, el Estado empezó a achicarse con la política de privatizaciones, que en su forma más salvaje pretendió privatizar absolutamente todo. “La visión neoconservadora local avanza a partir de metodología e informes técnicos que reproducen la visión de organismos internacionales y la presión de grupos corporativos con intereses económicos específicos en la cuestión” (Lo Vuolo, 1998:306). “Según el BM la política social del Estado debe concentrarse principalmente en programas de asistencia social o ‘amortiguación’ dirigidos a los pobres, mientras que el sistema estatal de seguridad social, así como el sistema educativo y el de salud pública, podrían ser privatizados en gran medida” (Stahl, 1994:54).
Y esto fue apoyado, consciente o inconscientemente por las propias instituciones y las organizaciones populares, quienes con sus críticas destructivas, o con su no involucrarse en las acciones estatales, contribuyeron a consolidar un modelo de exclusión. “El intento del Consenso fue que la privatización mataría dos pájaros con la misma piedra: mejorar la eficiencia económica y reducir el déficit fiscal al mismo tiempo. La base de la idea era que la conducta de la maximización del lucro de los dueños privados eliminaría el desperdicio y la ineficiencia. Al mismo tiempo la venta de las empresas estatales aumentaría los escasos ingresos. No obstante, dice Stiglitz[4], ‘muchos de nosotros advertimos contra privatizar precipitadamente sin crear la estructura institucional necesaria, incluyendo mercados competitivos y entes regulatorios’” (Patroni, 1998:7).
Esto nos deja algunas las lecciones y es “que la privatización no asegura la competencia. También ha sido difícil prevenir la corrupción y otros problemas en la privatización de monopolios” (Patroni, 1998:7). Sin embargo, el canto de sirenas de los privatizadores continúa. Diversos organismos internacionales de financiamiento continúan propugnando la privatización de los servicios de asistencia técnica, donde los productores deben hacerse cargo de la misma. Con medidas de esta naturaleza, continuará la exclusión de sectores de la población campesina que no tienen recursos para hacer frente al pago de estos servicios. Este tipo de políticas sigue siendo apoyado por algunas instituciones que trabajan con sectores campesinos, quienes pretenden que el Estado les transfiera recursos, pero que no los controle. Si bien el Estado debe dejar de asistir a quienes cuentan con recursos suficientes, no debe descuidar a los sectores postergados. “El gobierno debe complementar a los mercados emprendiendo acciones que hagan que funcionen mejor y corrigiendo sus fallas” (Patroni, 1998:9).
Y para esto, debemos seguir aprendiendo a vivir en democracia, a ejercer nuestros derechos, y a no desentendernos de la realidad que nos rodea. Debemos aprender a ejercer un real control social sobre los programas, debemos enseñarle a las organizaciones a ejercer ese control, y debemos estar abiertos a que nos controlen “en cada una de las etapas usuales de los programas: diseño, gestión, monitoreo, control, evaluación, (porque allí) la participación comunitaria añade ‘plus’ prácticos, y limita los riesgos usuales ... En materia de control del buen funcionamiento del programa, y de prevención de la corrupción, el aporte de la participación comunitaria organizada puede ser insustituible. El control social obligará a la transparencia permanente, significará un seguro contra desvíos, permitirá tener idea a tiempo de desarrollos indeseables a efectos de actuar sobre los mismos” (Kliksberg, 1999:11).
El Banco Mundial sostiene que sus “evaluaciones internas indican que más de la mitad de sus proyectos, es incierto o improbable, sean ‘sostenibles’. Ello significa que después que se han completado - un proceso que toma usualmente cinco o seis años - es posible que no sigan dando beneficios significativos a los países receptores” (Kliksberg, 1999:10). Y si bien el Banco plantea estas cuestiones porque en caso contrario no cobra, es importante tener siempre presente que, aún aquellos programas que se bajan como asistencias no reintegrables para los pequeños productores, estos, que destinan prácticamente el 100 % de sus ingresos al consumo (Montenegro, 1999:2), terminan pagando lo que recibieron, ya que en la Argentina, el 80 % de los impuestos son indirectos, es decir, gravan el consumo (Carballo, 1998:13). Ante esta situación, debemos aumentar aún mas nuestra responsabilidad como profesionales, porque si tenemos la oportunidad de acompañar a los productores para que realicen sus proyectos y consigan financiación, es imperioso y necesario que estos sean autosostenibles, de lo contrario, la responsabilidad será nuestra. También como profesionales debemos ayudar y proponer alternativas validas, para que los programas lleguen efectivamente a quienes están destinados. “Es frecuente el caso de programas para pobres, cuyas complejidades administrativas de acceso, llevan a que grupos de clase media se conviertan en sus principales beneficiarios” (Kliksberg, 1999:10).
Es una gran tentación acompañar a quienes están en mejores condiciones, ya que con ellos tendremos mejores resultados en menos tiempo. Pero con este criterio seguiremos generando exclusión, la misma exclusión que se generó con el consenso de Washington, y que ha hecho que la brecha entre ricos y pobres aumentara considerablemente. “En América Latina, ese desnivel ha aumentado a un ritmo alarmante. En 1980, el producto por habitante era del 19% del ingreso medio de los países industrializados, una quinta parte. En 1990 el ingreso por habitante alcanzó apenas al 9,8%, una décima parte. En otra palabras, el ingreso medio por habitante es hoy la mitad de lo que era al comienzo de la década” (Patroni, 1999a:2). Mientras que se ha concentrado la riqueza, se ha globalizado la pobreza.
Y en esto es innegable “la incidencia de los organismos internacionales en torno de la aplicación de estas estrategias (que) ha generado un indiferenciación del discurso en realidades nacionales muy distintas” (Filmus, 1998:67). “El paradigma propuesto desde los grupos técnicos con acceso a los círculos de poder se estructura sobre dos ideas fuerza: ‘focalización’ y ‘grupos vulnerables’ o de ‘alto riesgo’ (usualmente identificados con la noción de ‘pobreza extrema’). Sustentado en un vasto material producido desde los organismos internacionales de asistencia técnica y crediticia, estas nociones plantean una visión ‘residual’ de la política social: le corresponde actuar allí donde ‘el mercado no llega’ (o donde no hay mercado)” (Lo Vuolo, 1998:307); sin embargo, es importante tener en cuenta que el mercado no construye escuelas ni hospitales, ni brinda asistencia técnica a los productores minifundistas.
“En uno de sus aspectos mas sustanciosos, el documento[5] muy suavemente reconoce no hay termómetros para leer con facilidad la salud de la economía y que pueden haber sacrificios que los economistas no pueden evaluar y deben limitar su papel a describir las consecuencias de políticas alternas y dejar que el proceso político escoja cómo se valoran los riesgos y beneficios de varias políticas” (Patroni, 1998:4). Trágicamente, algunos de esos sacrificios a los cuales se refiere Stiglitz, han sido sacrificios humanos en el altar del Dios Mercado. Los niños muertos por desnutrición, los ancianos abandonados a su suerte, los campesinos empujados a malvender su producción y a abandonar sus tierras, son algunas de las caras visibles de la doliente realidad latinoamericana que fueran descriptos por los obispos reunidos en Puebla en 1979 como “las caras sufrientes de América Latina” (Documento de Puebla, Cap. 1-31 a 39). La realidad se ha agravado aún más desde entonces.
Ante esta realidad, debemos comenzar a planificar juntos un futuro distinto para todos; y en esa planificación debemos priorizar los valores de la solidaridad, de la ética y de la moral. Esta planificación debemos pensarla en función de la sociedad que queremos construir, sin poner por delante nuestros intereses. Primero debemos pensar lo que queremos, y luego ver que rol vamos a asumir cada uno de nosotros.
En este nuevo enfoque de desarrollo, que ayude a consolidar un modelo de economía solidaria, se debe tener en cuenta que “mas que un enfoque de desarrollo rural en un sentido restringido, se trata de una orientación hacia el desarrollo urbano-rural. En efecto, se reconoce que gran parte de las oportunidades de actividad económica dependen del vínculo con el centro urbano. Por esa razón debe fortalecerse el sistema de ciudades intermedias con actividades de muy diverso carácter dentro de la vinculación del centro urbano con su ‘hinterland’[6] rural, superando la idea de oposición entre rural y urbano... Durante décadas, la alternativa económica mas factible para la disminución de la población dedicada a la agricultura ha sido la emigración a las grandes ciudades. En la práctica, esta vía ha mostrado estar lejos de ser una solución para los migrantes y ha agravado la marginación y aumentado los costos sociales y fiscales derivados de los agudos problemas que aquejan a las grandes ciudades” (Patroni, 1999b:11).
“El nuevo modelo tendrá que ser distinto al de industrialización por sustitución de importación, pero también tendrá que ser distinto al que se ha planteado durante el proceso de ajuste que ha implicado enormes costos sociales, deterioro ecológico e incremento de la polarización económica. Sin embargo, las raíces del nuevo estilo de desarrollo estarán en la trayectoria de crecimiento que se origina a partir del ajuste. De ese modo, resulta indispensable que las actuales políticas se lleven a cabo dentro de un horizonte económico y social de largo plazo, asegurando la preservación de la base de recursos naturales y la cohesión del tejido social; estos dos aspectos han sido fuertemente afectados por los cambios derivados de la crisis del proceso de ajuste” (Patroni, 1999a:16).
“El énfasis en la actividad exportadora, la apertura comercial, la austeridad fiscal, la política monetaria mas restrictiva, la desregulación de los mercados y la concertación para una política social ampliamente participativa que tenga como núcleo la solidaridad, configuran líneas fundamentales dentro del nuevo estilo de desarrollo que significan orientaciones prácticamente opuestas a las prevalecientes antes de la crisis” (Patroni, 1999a:18).
“Lo importante a la hora de implantar una política es no olvidar que la atención a las demandas de los ciudadanos es el objetivo principal, de modo que el diseño de la implantación debe combinar, razonablemente, lo mejor de la decisión inicial y lo mejor de la iniciativa local. No importa tanto la conformance -aquiescencia con la decisión- como la performance -logro de los objetivos” (Tamayo Sáez, 1997:305). Debemos planificar nuestro desarrollo desde las bases, y para ello “las conducciones jurisdiccionales deben romper con su propia tradición histórica centralista al interior de sus territorios si efectivamente pretenden transformar la desconcentración en políticas... descentralizadas” (Filmus, 1998:76). Esta misma descentralización deben adoptar las organizaciones en su funcionamiento y estructura.
Se debe generar “un proceso de concertación política (que) permita que, aún cambiando el equipo que gobierna el sistema, los actores tengan seguridad en la continuidad de las estrategias de cambio. Solo a partir de esta seguridad es posible que comiencen la difícil tarea de abandonar su roles tradicionales. En este sentido, una estrategia de descentralización debe comprenderse como una política de Estado, más allá del gobierno que ejerza ocasionalmente su conducción” (Filmus, 1998:83).
“Superar la pobreza continua siendo el mayor desafío que confronta nuestro hemisferio” (Kliksberg, 1999:3), y para demostrarle a Fukuyama que se equivocó cuando sostuvo que “el significado esencial del fin de la historia ... es que no hay ninguna alternativa institucional sistemática seria a la democracia liberal y al capitalismo basado en el mercado” (Bernal Escobar y Escobar Romero, 43), es hora que comencemos a construir la nueva historia que escribiremos juntos, es hora que comencemos a soñar un futuro diferente: “¡Es la hora de los sueños, de los sueños de liberación del dominio financiero, pero sin pólvora, con las armas que más le duele: con la solidaridad, con la unidad, con la dignidad, con el honor patriótico, con el derecho de las naciones a elegir sus propias culturas, sus propios destinos, sus propias banderas! ... tenemos el derecho, tenemos la obligación de exigir un mundo sin deshonestos, sin soberbios, sin mesiánicos, sin criminales, sin dictaduras” (Guarnaschelli, 1997:8).
La utopía será posible en la medida que aportemos nuestros esfuerzos para llegar hasta ella, y aunque se nos aleje en el horizonte, caminemos decididamente hacia ella.

BIBLIOGRAFÍA

·      Bernal Escobar, Alejandro y Bernal Romero, Luis Alejandro El Modelo de la Economía Solidaria. Una Alternativa Frente al Neoliberalismo. En Nuevo Modelo del Sector Solidario. COLACOT. Bogotá, Colombia. Pp. 42 a 58.
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[1] Trabajo presentado a la Maestría y Especialización en Desarrollo Social - Facultad de Humanidades -UNNE. Noviembre de 1999.
[2]De aquí en adelante, cuando se haga referencia a “instituciones” deberá entenderse que se trata de instituciones y programas, tanto públicos como privados, sin distingo entre ellos. La referencia a “organización” será a la organización de productores.
[3] “Un estado inteligente en lo social, no es un Estado mínimo, ni ausente, de acciones puntuales de base asistencial, sino un estado con una ‘política de Estado’ no de partidos en educación, salud, nutrición, cultura, orientado hacia superar las gruesas inequidades, capaz de impulsar la concertación entre lo económico y lo social, promotor de la sociedad civil, con un papel sinergisante permanente” (Kliksberg, 1997:14).
[4] Joseph Stiglitz, vicepresidente y economista en jefe del Banco Mundial. La frase mencionada se encuentra en un documento presentado por el mismo en un Seminario realizado en San José de Costa Rica, en abril de 1998 (Patroni, 1998:2). En el año 2001 recibió el Premio Nobel de Economía.
[5] Se refiere al documento de Stiglitz, mencionado anteriormente.
[6]Región interior (de un país, etc.).