sábado, 24 de mayo de 2014

ONCE AÑOS DESPUES



ONCE AÑOS DESPUES
El 25 de mayo de 2003 comenzaba un nuevo período de gobierno constitucional en nuestro país. Néstor Kirchner, hasta entonces gobernador de Santa Cruz, había sido elegido presidente de la nación luego de que Carlos Menem, quien había obtenido más votos en las elecciones de abril, renunciara a la segunda vuelta, intentando debilitar a un hombre que sabía que le iba a ganar en las urnas.
Personalmente venía con el lomo garroteado por sucesivas decepciones y me resultaba difícil creer a quien anunciaba en su discurso inaugural “Es que nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. En los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando. Por eso los convocamos a inventar el futuro. Venimos desde el sur del mundo y queremos fijar, junto con todos los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo, para, de esa manera, crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos adónde vamos y sabemos adónde no queremos ir o volver”.
Había pasado poco menos de un año y medio desde que la gente gritaba en las plazas “que se vayan todos”. Había vivido el regreso de la democracia en 1983 como “una entrada a la vida”, tal como lo expresaba uno de los lemas electorales de la campaña de Alfonsín y sin haberlo votado, me alegró que triunfara un hombre que en su campaña decía que “con la democracia se come, se cura y se educa”, prometiendo “levantar la cortina de todas las fabricas” para industrializar nuevamente el país, y que con esperanzas vi que en diciembre de 1983 se creaba la CONADEP, que en abril de 1885 se iniciaba el juicio por los crímenes del Proceso, pero que unos días mas tarde, ante una Plaza de Mayo colmada con 200 mil personas que habían respondido a la convocatoria para fundar una nueva república, el Presidente anunciaba que había que implantar “una economía de guerra” y promovía “el ahorro forzoso”, anunciando que “no habrá mejoras en el nivel de vida”.
Era difícil creer las palabras de quien decía “No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolores, enfrentamientos, energías malgastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados. Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí” para quien vio como en 1987 y respondiendo al pedido de defender la democracia, ese mismo presidente anunciaba ante el pueblo que “la casa está en orden”, enviando al día siguiente el proyecto de Ley de “Obediencia Debida” que completaba la Ley de Punto Final, que aseguraba impunidad a los genocidas.
No me resultaba fácil creer que “El cambio implica medir el éxito o el fracaso de la dirigencia desde otra perspectiva. Discursos, diagnósticos sobre las crisis, no bastarán ni serán suficientes. Se analizarán conductas y los resultados de las acciones. El éxito se medirá desde la capacidad y la decisión y la eficacia para encarar los cambios a quien había visto a un candidato que revoleaba un poncho rojo y usaba patillas como Facundo Quiroga mientras prometía la Revolución Productiva y el Salariazo, pasar luego a un programa económico neoliberal, abandonar la Organización de Países No Alineados e indultar a los militares genocidas.
Creer que era cierto cuando se decía Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo”, cuando recordaba que unos pocos meses atrás había visto huir en helicóptero de la Casa Rosada a un presidente que habiendo prometido ser el maestro, el médico de los argentinos, había iniciado su mandato con dos muertos en Corrientes, había reprimido en abril de 2000 una protesta sindical frente al Congreso de la Nación y el 3 de mayo del mismo año en Salta, en otro hecho represivo, había asesinado otro manifestante, dejando una treintena de muertos el 20 de diciembre de 2001.
"No he pedido ni solicitaré cheques en blanco. Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos” nos decía el 25 de mayo de 2003, en su discurso inaugural Néstor Carlos Kirchner. No me resultó fácil creer, pero sus acciones me convencieron que era posible gestionar con el Pueblo y para el Pueblo, y que era posible trabajar para hacer realidad “los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales”.
Pasaron once años. Los temores a una nueva frustración que tuve aquel 25 de mayo no fueron reales. Néstor ya no está con nosotros, pero nos convenció que era posible transformar la realidad a través de la política y la militancia.
Y sigo aportando para que sea realidad aquel sueño que nos propusiera: “quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo”.

Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); 24 de mayo de 2014

ONCE AÑOS DESPUES



ONCE AÑOS DESPUES
El 25 de mayo de 2003 comenzaba un nuevo período de gobierno constitucional en nuestro país. Néstor Kirchner, hasta entonces gobernador de Santa Cruz, había sido elegido presidente de la nación luego de que Carlos Menem, quien había obtenido más votos en las elecciones de abril, renunciara a la segunda vuelta, intentando debilitar a un hombre que sabía que le iba a ganar en las urnas.
Personalmente venía con el lomo garroteado por sucesivas decepciones y me resultaba difícil creer a quien anunciaba en su discurso inaugural “Es que nos planteamos construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición. En los países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando. Por eso los convocamos a inventar el futuro. Venimos desde el sur del mundo y queremos fijar, junto con todos los argentinos, prioridades nacionales y construir políticas de Estado a largo plazo, para, de esa manera, crear futuro y generar tranquilidad. Sabemos adónde vamos y sabemos adónde no queremos ir o volver”.
Había pasado poco menos de un año y medio desde que la gente gritaba en las plazas “que se vayan todos”. Había vivido el regreso de la democracia en 1983 como “una entrada a la vida”, tal como lo expresaba uno de los lemas electorales de la campaña de Alfonsín y sin haberlo votado, me alegró que triunfara un hombre que en su campaña decía que “con la democracia se come, se cura y se educa”, prometiendo “levantar la cortina de todas las fabricas” para industrializar nuevamente el país, y que con esperanzas vi que en diciembre de 1983 se creaba la CONADEP, que en abril de 1885 se iniciaba el juicio por los crímenes del Proceso, pero que unos días mas tarde, ante una Plaza de Mayo colmada con 200 mil personas que habían respondido a la convocatoria para fundar una nueva república, el Presidente anunciaba que había que implantar “una economía de guerra” y promovía “el ahorro forzoso”, anunciando que “no habrá mejoras en el nivel de vida”.
Era difícil creer las palabras de quien decía “No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de fracasos, dolores, enfrentamientos, energías malgastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados. Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí” para quien vio como en 1987 y respondiendo al pedido de defender la democracia, ese mismo presidente anunciaba ante el pueblo que “la casa está en orden”, enviando al día siguiente el proyecto de Ley de “Obediencia Debida” que completaba la Ley de Punto Final, que aseguraba impunidad a los genocidas.
No me resultaba fácil creer que “El cambio implica medir el éxito o el fracaso de la dirigencia desde otra perspectiva. Discursos, diagnósticos sobre las crisis, no bastarán ni serán suficientes. Se analizarán conductas y los resultados de las acciones. El éxito se medirá desde la capacidad y la decisión y la eficacia para encarar los cambios a quien había visto a un candidato que revoleaba un poncho rojo y usaba patillas como Facundo Quiroga mientras prometía la Revolución Productiva y el Salariazo, pasar luego a un programa económico neoliberal, abandonar la Organización de Países No Alineados e indultar a los militares genocidas.
Creer que era cierto cuando se decía Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo”, cuando recordaba que unos pocos meses atrás había visto huir en helicóptero de la Casa Rosada a un presidente que habiendo prometido ser el maestro, el médico de los argentinos, había iniciado su mandato con dos muertos en Corrientes, había reprimido en abril de 2000 una protesta sindical frente al Congreso de la Nación y el 3 de mayo del mismo año en Salta, en otro hecho represivo, había asesinado otro manifestante, dejando una treintena de muertos el 20 de diciembre de 2001.
"No he pedido ni solicitaré cheques en blanco. Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos” nos decía el 25 de mayo de 2003, en su discurso inaugural Néstor Carlos Kirchner. No me resultó fácil creer, pero sus acciones me convencieron que era posible gestionar con el Pueblo y para el Pueblo, y que era posible trabajar para hacer realidad “los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales”.
Pasaron once años. Los temores a una nueva frustración que tuve aquel 25 de mayo no fueron reales. Néstor ya no está con nosotros, pero nos convenció que era posible transformar la realidad a través de la política y la militancia.
Y sigo aportando para que sea realidad aquel sueño que nos propusiera: “quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo”.

Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); 24 de mayo de 2014

domingo, 11 de mayo de 2014

CARLOS MUGICA EN EL RECUERDO



CARLOS MUGICA EN EL RECUERDO

Mediados de Abril de 1974

Hacía un mes que había comenzado el sexto grado en la Escuela Agrícola Benedictina, ubicada en el cuartel III del partido de General Viamonte; a unos 20 kilómetros de Los Toldos, su ciudad cabecera. El otoño empezaba a sentirse, fresco pero sin frío aún por la época, recuerdo el día nublado. Ese día, las dos maestras que llegaban “del pueblo”, olvidaron la llave de la escuela, por lo que me pidieron que fuera a pedírsela al encargado, el Padre Meinrado.
Sabía que a esa hora de la mañana la comunidad benedictina estaba celebrando la misa, por lo que me dirigí en mi bicicleta hasta la capilla del Monasterio. Al entrar en la misma, era el momento de la consagración eucarística; toda la comunidad estaba en la misa y esta era celebrada por un cura alto, de pelo castaño claro, desconocido en el lugar.
Luego de la comunión, el Padre Meinrado me llamó, me entregó las llaves y regresé a la escuela.

12 de Mayo de 1974

Amanecía el domingo. Al levantarme mi viejo me dice: “Mataron al Padre Mugica”.
Para mis once años, las muertes eran noticia frecuente. Sánchez, Berisso, Rucci, Hermes Quijada, entre otros, habían sido asesinatos muy comentados. De Mugica siempre se hablaba en mi casa, pero nunca pude discernir de esas conversaciones si era “bueno” o “malo”; sí alcanzaba a entender algunos cuestionamientos referidos a su defensa del peronismo. “¿Cómo puede ser peronista, si Perón persiguió a los curas?”, eran algunos cuestionamientos.
En alguna revista, un testimonio de un villero decía: “Lo mataron fuera de la Villa, no se animaron a venir acá porque sabía que lo íbamos a defender”.

4 de Abril de 1982

Domingo de Ramos. Hacía dos días que las tropas argentinas habían desembarcado en las Islas Malvinas. Estaba visitando la parroquia de Bosques, a cargo del cura Gino Gardenal, en la diócesis de Quilmes. Ese domingo acompañé a un seminarista que iba a realizar la celebración en una capilla y allí me topé, cara a cara, con la realidad de un muchacho que tendría unos pocos años más que yo, quien me dijo: “No sé leer”. Hasta ese momento sabía que había gente analfabeta -mi abuela lo era-, pero nunca había imaginado que también pudiera haber analfabetos jóvenes. También me encontraba, cara a cara, con la realidad de la desocupación, del hambre, de la miseria a la cual estaba condenada muchísima gente por la política económica de la dictadura.
Durante la ceremonia religiosa se realizó el bautismo de una niña a quien su madre llamó Selva Marina. Para el mediodía nos invitaron a almorzar a la casa de esta familia y la mamá de Selva nos contó que había estado en el funeral del Padre Mugica cuando lo velaron en la capilla de la Villa de Retino. El ataúd estaba sobre unos cajones de gaseosa.

Muchos años después

Leyendo la historia de Mugica, atando cabos sueltos, viendo como coincidían las fechas, me di cuenta que aquel cura que celebraba misa en la capilla del Monasterio Benedictino, era Carlos Mugica. Como hacía cada vez que necesitaba reflexionar, junto a Botán y Vernazza viajaron a Los Toldos a visitar a Mamerto Menapace, su amigo y compañero desde 1969. Este cuenta que al despedirse Carlos le dijo: “Hermano, este año muchos nos vamos a encontrar con Dios”.
Un mes después moría asesinado por el subcomisario Rodolfo Almirón, jefe de la triple A. Participaron del asesinato los expolicías Juan Ramón Morales (suegro de Almirón) y Edwin Duncan Farkuharson, custodios del entonces Ministro de Bienestar Social, José López Rega. Antes de morir un amigo le escucha decir: “Ahora más que nunca debemos estar junto al pueblo”.
Todos sus asesinos murieron sin ser condenados.
Mugica fue uno de los gestores del  Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en Argentina y de la creación del Movimiento Villero Peronista. Dijo Eduardo de la Serna: “Carlos Mugica fue  el primero de los cientos de mártires que la Iglesia argentina dio en nuestro tiempos recientes”.
En diciembre de 1972 escribió una oración a la que llamó “Meditación en la villa”
“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ochos años tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de la que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidándome de que ellos no pueden hacerlo;
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace huelga con su hambre;
Señor perdóname por decirles: ‘No sólo de pan vive el hombre’, y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame”.
Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); 11 de mayo de 2014

CARLOS MUGICA EN EL RECUERDO



CARLOS MUGICA EN EL RECUERDO

Mediados de Abril de 1974

Hacía un mes que había comenzado el sexto grado en la Escuela Agrícola Benedictina, ubicada en el cuartel III del partido de General Viamonte; a unos 20 kilómetros de Los Toldos, su ciudad cabecera. El otoño empezaba a sentirse, fresco pero sin frío aún por la época, recuerdo el día nublado. Ese día, las dos maestras que llegaban “del pueblo”, olvidaron la llave de la escuela, por lo que me pidieron que fuera a pedírsela al encargado, el Padre Meinrado.
Sabía que a esa hora de la mañana la comunidad benedictina estaba celebrando la misa, por lo que me dirigí en mi bicicleta hasta la capilla del Monasterio. Al entrar en la misma, era el momento de la consagración eucarística; toda la comunidad estaba en la misa y esta era celebrada por un cura alto, de pelo castaño claro, desconocido en el lugar.
Luego de la comunión, el Padre Meinrado me llamó, me entregó las llaves y regresé a la escuela.

12 de Mayo de 1974

Amanecía el domingo. Al levantarme mi viejo me dice: “Mataron al Padre Mugica”.
Para mis once años, las muertes eran noticia frecuente. Sánchez, Berisso, Rucci, Hermes Quijada, entre otros, habían sido asesinatos muy comentados. De Mugica siempre se hablaba en mi casa, pero nunca pude discernir de esas conversaciones si era “bueno” o “malo”; sí alcanzaba a entender algunos cuestionamientos referidos a su defensa del peronismo. “¿Cómo puede ser peronista, si Perón persiguió a los curas?”, eran algunos cuestionamientos.
En alguna revista, un testimonio de un villero decía: “Lo mataron fuera de la Villa, no se animaron a venir acá porque sabía que lo íbamos a defender”.

4 de Abril de 1982

Domingo de Ramos. Hacía dos días que las tropas argentinas habían desembarcado en las Islas Malvinas. Estaba visitando la parroquia de Bosques, a cargo del cura Gino Gardenal, en la diócesis de Quilmes. Ese domingo acompañé a un seminarista que iba a realizar la celebración en una capilla y allí me topé, cara a cara, con la realidad de un muchacho que tendría unos pocos años más que yo, quien me dijo: “No sé leer”. Hasta ese momento sabía que había gente analfabeta -mi abuela lo era-, pero nunca había imaginado que también pudiera haber analfabetos jóvenes. También me encontraba, cara a cara, con la realidad de la desocupación, del hambre, de la miseria a la cual estaba condenada muchísima gente por la política económica de la dictadura.
Durante la ceremonia religiosa se realizó el bautismo de una niña a quien su madre llamó Selva Marina. Para el mediodía nos invitaron a almorzar a la casa de esta familia y la mamá de Selva nos contó que había estado en el funeral del Padre Mugica cuando lo velaron en la capilla de la Villa de Retino. El ataúd estaba sobre unos cajones de gaseosa.

Muchos años después

Leyendo la historia de Mugica, atando cabos sueltos, viendo como coincidían las fechas, me di cuenta que aquel cura que celebraba misa en la capilla del Monasterio Benedictino, era Carlos Mugica. Como hacía cada vez que necesitaba reflexionar, junto a Botán y Vernazza viajaron a Los Toldos a visitar a Mamerto Menapace, su amigo y compañero desde 1969. Este cuenta que al despedirse Carlos le dijo: “Hermano, este año muchos nos vamos a encontrar con Dios”.
Un mes después moría asesinado por el subcomisario Rodolfo Almirón, jefe de la triple A. Participaron del asesinato los expolicías Juan Ramón Morales (suegro de Almirón) y Edwin Duncan Farkuharson, custodios del entonces Ministro de Bienestar Social, José López Rega. Antes de morir un amigo le escucha decir: “Ahora más que nunca debemos estar junto al pueblo”.
Todos sus asesinos murieron sin ser condenados.
Mugica fue uno de los gestores del  Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en Argentina y de la creación del Movimiento Villero Peronista. Dijo Eduardo de la Serna: “Carlos Mugica fue  el primero de los cientos de mártires que la Iglesia argentina dio en nuestro tiempos recientes”.
En diciembre de 1972 escribió una oración a la que llamó “Meditación en la villa”
“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ochos años tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de la que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidándome de que ellos no pueden hacerlo;
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace huelga con su hambre;
Señor perdóname por decirles: ‘No sólo de pan vive el hombre’, y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame”.
Gerardo Roberto Martínez
Presidencia de la Plaza (Chaco); 11 de mayo de 2014