viernes, 26 de mayo de 2017

Rubén Horacio Gómez

Uno de los diez hijos de Juan Gómez y Elvira Amarilla, “Papi” Gómez, como era conocido, había nacido en Presidencia de la Plaza el 10 de enero de 1963, a las 23 horas, realizando sus estudios primarios en la Escuela Nº 454 y comenzado los estudios secundarios en el colegio secundario de la localidad. Integrante de una familia carenciada, cuando tenía 9 años murió su mamá y desde su infancia supo que tenía que trabajar si quería comer; antes de terminar los estudios primarios repartía diarios con su hermano José, comenzando luego a trabajar en la empresa Voloff Hermanos, una de las desmotadoras de algodón que por entonces funcionaban en Presidencia de la Plaza, para colaborar con la economía familiar.

Escuela N° 454 Rubén Horacio Gómez (Fotografía del autor).

Apasionado del fútbol, se lo recuerda jugando en el Club Comercio, donde Rubén era un habilidoso defensor lateral y su hermano menor José, el arquero del equipo; este recuerda que el club les daba las camisetas, las medias, los pantaloncitos y los botines, de lo contrario no podían jugar porque no tenían dinero para comprarlos. José asegura que solo eran felices cuando pisaban la cancha y juntos soñaban con un futuro en el fútbol.

Una de las pocas, sino la única, fotografía de Rubén Horacio Gómez (gentileza de Natalia Gómez, sobrina de Rubén).

Quienes lo conocieron, lo recuerdan como un chico amable, generoso, sumamente responsable de sus acciones y compromisos contraídos, pacífico, al extremo que mencionan que nunca uso una gomera, porque no le gustaba matar pajaritos. Al iniciarse el año 1982 fue convocado a prestar el servicio militar obligatorio, siendo destinado al Regimiento de Infantería 12 “General Arenales”, que tenía su asiento en Mercedes, Corrientes.

El desembarco en las Islas Malvinas se produjo el 2 de abril, dos días antes del Domingo de Ramos, fecha con la que se inicia la Semana Santa. Sin saber que estaba destinado a partir hacia la guerra, para esa fecha Rubén salió de licencia y visitó a su familia, anunciándoles a sus hermanos que al finalizar el servicio militar se casaría con su novia, el primer amor de su vida. En esa oportunidad le regaló a su ahijado Luís Alcides -hijo de su hermano mayor del mismo nombre-, una bicicleta para niños.

Al regresar al cuartel de Mercedes y principiar el conflicto bélico con Gran Bretaña, fue trasladado a las Islas Malvinas con solo 18 años, a pelear una guerra que no quería y para la que no estaba, ni él ni sus compañeros, suficientemente preparados. Fue destinado a Pradera del Ganso, donde las posiciones argentinas frenaban el avance inglés, su rol de combate era auxiliar en el grupo de mantenimiento de vehículos. Las cartas que la familia le enviara a Rubén durante la contienda, fueron todas devueltas, nunca las recibió.

Pese a su escasa preparación, entre el 27 y el 29 de mayo estos heroicos soldados libraron el combate de Darwin y Ganso Verde donde enfrentaron al Regimiento Paracaidista 2 británico. El 28 de mayo, mientras el TIAR aprobaba una resolución favorable a la Argentina y el Papa Juan Pablo II realizaba en Londres un encendido reclamo por una paz justa y honrosa, las tropas inglesas avanzaban sobre aquellas posiciones.

El Mayor de Infantería Ernesto Orlando Peluffo, recuerda el Combate del Cerro Darwin:

“El 28 de mayo de 1982 a las 0800 horas, mi sección se encontraba ocupando una posición defensiva en las alturas Norte del Cerro Darwin; durante toda la noche anterior habíamos recibido fuego de artillería sobre la posición y observado el combate por el fuego que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte de la embocadura del Istmo de Darwin que conducía hacia la salida, y posteriormente a Ganso Verde, el asentamiento isleño más importante de la zona.

(…) De pronto, el Sargento 1° Jumilla se aproxima y nos informa que en el frente de las secciones se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva, por lo que de inmediato ordeno que dos hombres se adelanten para observar si dichos efectivos pertenecían al enemigo o a las propias fuerzas que se replegaban, tarea que les fuera encomendada al Cabo Miño con el Soldado Rubén Gómez.

Todo era muy confuso, pues en esos momentos también recibíamos fuego de mortero sobre la posición, arrastrándose los integrantes de la sección hasta sus pozos de zorro. El combate cercano había empezado y nuestras ametralladoras hacían fuego sobre los efectivos ingleses que buscaban refugio en una barranca próxima a la playa, desde donde continuaban batiéndonos con fuego de morteros.

En esas circunstancias la sección supo que el Cabo Miño y el Soldado Gómez, al aproximarse, habían sido muertos por el enemigo, y yo no logré ocupar la altura del flanco este de la posición, a consecuencia de lo cual y dado la diversidad de fuegos que recibíamos, los paracaidistas británicos empezaron a envolvernos desde esa dirección.

(…) Los hombres de la sección, que ocupaban esos pozos, habían sido reducidos y sacados de la posición, por lo que era imposible hacer fuego sobre los ingleses que estaban entre ellos. En esa circunstancia, restando ya escasísima munición para continuar el combate y sin posibilidades de recibir refuerzos, decidí ordenar la rendición, ya que no había posibilidades de éxito. Resistir el asalto significaba un derramamiento inútil de sangre, con el consecuente aumento de pérdida de vidas. El combate estaba perdido.

Un soldado sacó un fusil fuera del pozo con una servilleta blanca atada en su extremo como bandera de rendición, cumpliendo así lo ordenado por el Jefe de Sección. Al principio este hecho no fue debidamente interpretado y se le disparó, dando los impactos en el arma. Ordené entonces que se insistiera y el enemigo detuvo el fuego. De esta manera pudimos salir de las posiciones y fuimos tomados prisioneros.

Al revisarnos los ingleses nos hicieron un “cacheo” violento, pues habíamos luchado duramente y los ánimos estaban muy alterados. Luego fuimos llevados a un lugar de reunión de prisioneros de guerra próximo a las posiciones de la sección, pero como la propia artillería empezaba a batirlos, tuvieron que llevarnos a una pendiente en desenfilada, que reunía condiciones de seguridad.

(…) Así terminó el combate del Cerro Darwin”.

Luego de la batalla, el mayor Christopher Keeble -segundo al mando por haber muerto en combate el jefe del batallón, teniente coronel Herbert Jones-, puso de manifiesto la resistencia del Regimiento 12 y ofreció a los argentinos una rendición de honores militares, la única unidad del Ejército a la que se dispensó tal tratamiento.

Esta batalla, realizada en la pradera del Ganso Verde, fue el primero y el único de los combates diurnos de magnitud superior a una compañía de infantería; de allí en más, los ingleses sólo atacaron de noche, dado el costo en vidas y materiales que les ocasionara. Durante muchos años, en el acceso principal a Presidencia de la Plaza, existió el comedor de “El Colorado” González, que se llamaba El Ganzo Verde, en recuerdo y homenaje a esa batalla y a quienes habían combatido en ella.

La historia de Rubén, como la de tantos soldados heridos, muertos, mutilados, revela una historia de olvido y silencio. Luis Alcides, el hermano mayor, fue quien siempre se ocupó de buscar información, ya que nunca hubo una comunicación oficial y nunca nadie informó a la familia qué había pasado en Malvinas, cómo había muerto; cuando finalizada la guerra Luis fue hasta Mercedes, solamente le dijeron que había caído en combate.

El 31 de marzo de 1999 se impuso el nombre de Soldado Rubén Horacio Gómez a la Escuela Nº 454, donde este realizara sus estudios primarios.

Luego de su muerte, Rubén fue ascendido a cabo y no pudo saberse el destino de su cuerpo durante mucho tiempo; recién en enero de 2019 el Equipo Argentino de Antropología Forense pudo identificar que en la tumba D.A.4.16 del cementerio de Darwin se encontraban sus restos, siendo el caso positivo 107 tras los trabajos forenses que realizó el Comité Internacional de la Cruz Roja. Rubén Horacio Gómez, que durante 36 años había yacido bajo una placa que rezaba Soldado argentino solo conocido por Dios, finalmente recuperó su identidad y la placa de granito negra definitivamente tuvo su nombre; su hermano Luis, que como hermano mayor había asumido la responsabilidad de buscarlo, falleció sin poder participar de ese reencuentro.

Peluffo, E. O. (23 de junio de 2019). Combate del Cerro Darwin. Recuperado el 4 de abril de 2020, de La Perla Austral: http://laperlaaustral.com.ar/guerra-malvinas/combate-del-cerro-darwin-ri12-peluffo/